Cuando diseñamos un sistema de ventilación, se coteja el fin al que se destina el ambiente a ventilar, de ello surgirá el valor del caudal de aire necesario. Este caudal deberá distribuirse en el ambiente, manteniendo los niveles de ruido bajo norma, logrando una distribución uniforme o focalizada, según corresponda, con un flujo de aire que tendrá una velocidad final bien determinada para un alcance determinado, ya sea para asegurar el confort o para garantizar el mantenimiento en suspensión de las partículas de polvo, cuando el objetivo es evacuarlas o filtrarlas.
Como veremos las rejas de inyección de aire, los difusores, tienen para un caudal determinado, un alcance, una velocidad final del flujo y un ángulo de divergencia del flujo, un nivel de ruido característico y una correspondiente caída de presión, esta, a veces no tenida en cuenta, pero muy útil a la hora de diseñar los conductos para el aire. De modo que con estos datos, podremos llegar a la conclusión de que debemos usar tantas rejas, de tales dimensiones, con tal distribución en el espacio, para alcanzar los objetivos fijados.
Cuando la distribución de aire se destina a la refrigeración o calefacción del ambiente, se tendrán las mismas consideraciones que en el caso de la ventilación, a la que se agrega un importante detalle.
Este detalle consiste en que el caudal de aire que surge del Balance Térmico, depende del tipo de distribución de aire, estamos en presencia del caso de huevo y la gallina, ¿qué está primero?, pues la sensación térmica depende de la velocidad del aire en el ambiente, así también las perdidas de aire y caloría de los caudales, dimensiones, aislación térmica, ubicación de los conductos maestros, etc.
Entonces nos encontramos con la necesidad de partir de presupuestos, fijar condiciones a priori para luego realizar el Balance Térmico y luego diseñar la distribución y canalización del aire, para luego cotejar las diferencias entre la distribución calculada y las condiciones a priori, ver si difiere con las hipótesis iniciales. Si difieren, se remplaza en el Balance Térmico las hipótesis iniciales por los datos de la distribución calculada, calculamos nuevamente el Balance Térmico, posteriormente recalculamos la distribución del aire, repitiendo este círculo, estas repeticiones, hasta que los cambios necesarios sean superfluos o insignificantes. Aquí entra en juego el criterio del calculista, su experiencia, su pericia, y es que ahora estamos en la cuestión “la teoría o la practica” ¿Qué está primero?, de nuevo en este caso la solución es intentando, cotejando, actuando, meditando, hasta que lo que asemos y pensamos sea equivalente y todo cierre como se dice…
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